La Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos está conformada por 9 jueces; pero desde la muerte de la jueza Ruth Bader Ginsburg, quien durante 27 años ancló el ala liberal de la corte; un asiento quedó libre para que el presidente Trump buscara a su reemplazo. Amy Coney Barrett era la candidata de Donald Trump, presidente de Estados Unidos, para dicho puesto.
A pesar de que todos los demócratas en la Cámara votaron en contra de la confirmación de Barrett, al igual que la republicana Susan Collins de Maine; el Senado votó 52-48 para confirmar a Coney Barrett, lo que le dio a la Corte una mayoría conservadora de 6-3.
Corte con mayoría conservadora
La confirmación de Amy como magistrada, consolida una clara mayoría ideológica en el máximo tribunal que; a partir de ahora, queda integrado por seis magistrados de tendencia conservadora y tres de tendencia liberal; desbalance nunca antes visto desde la década de 1930 en el gobierno de Franklin Delano Roosevelt.
Y lo más preocupante es que por tratarse de nombramientos vitalicios; muchos analistas esperan que este cambio en la composición del máximo tribunal tenga un impacto que puede extenderse por una generación.
Los demócratas advierten que Barrett podría votar para desarticular el Obamacare, y que probablemente ayudaría a anular la sentencia del caso Roe contra Wade de 1973 que permite el derecho al aborto; o que buscaría obstaculizar temas como el matrimonio del mismo sexo.
La nominación y confirmación de Barrett estuvo envuelta en una gran polémica debido a que fue llevada adelante de forma unilateral a pocas semanas de las elecciones presidenciales, contando únicamente con los votos del Partido Republicano.
Russell Wheeler, investigador principal sobre estudios gubernamentales, asegura que el nombramiento de Barrett, en estas circunstancias, solamente contribuirá para intoxicar aún más el ambiente político en Estados Unidos.
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