El déficit público ha experimentado un drástico incremento del 385%, alcanzando su nivel más elevado desde 1988.
Este fenómeno se atribuye a diversas causas, entre las cuales destaca la constante improvisación por parte del actual gobierno, fenómeno previsible en un año electoral.
Conviene recordar que el déficit público presupuestario se define como la disparidad entre los egresos e ingresos gubernamentales, es decir, la discrepancia entre los recursos obtenidos y los gastos efectuados.
En este contexto, resulta evidente que la administración vigente ha incurrido en un desequilibrio, gastando considerablemente más de lo que ingresa.
¿Cómo generamos este déficit público?
A pesar de contar con proyectos como el AIFA, el Tren Maya y la Refinería Dos Bocas, todos ellos presentados como grandiosas iniciativas, los números oficiales del gobierno desmienten tales afirmaciones.
De este modo, el déficit en el ámbito público alcanzará su punto culminante al cierre de la gestión de Andrés Manuel López Obrador, superando las cifras registradas en los sexenios precedentes. ¿Más elevado que en la administración de Vicente Fox? Sí. ¿Mayor que en el gobierno de Felipe Calderón? También. ¿Superando el déficit en la gestión de Enrique Peña Nieto? Así es.
La razón detrás de este déficit sin precedentes en décadas resulta innegable. No existe cortina de humo capaz de ocultar este dato negativo, tanto para el gobierno de AMLO como para la sociedad en su conjunto.
La disparidad entre los gastos e ingresos públicos al primer mes de 2024 se elevó a un alarmante 385% en términos anuales, equivalente a 159,136 millones de pesos.
Contrastando esta cifra con los 32,806 millones de pesos registrados en el mismo mes de 2022, según el informe de Finanzas Públicas publicado por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, la magnitud del desequilibrio resulta aún más patente.
En enero de 2024, los gastos ascendieron a 811,669 millones de pesos, representando un aumento total del 21.3%.
Desde una perspectiva global, este nivel de déficit se erige como el más elevado desde 1988.
¿Un resultado lamentable? Sin duda, especialmente si se considera que durante esta administración se pregonó el discurso de la disciplina fiscal como un pilar fundamental.
Resulta sorprendente que esta máxima fuera olvidada precisamente en el último año de gobierno y, de manera reveladora, en un periodo electoral crucial.
La disparidad entre los recursos generados y los gastos efectuados se deriva principalmente de las erogaciones adicionales para la conclusión de proyectos emblemáticos como el Tren Maya y la Refinería Dos Bocas.
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